Canchita Chica

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MEDIO DEPORTIVO

Periodista por accidente

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Mario César Gómez tiene 71 años y relata el streaming de fútbol del Club Atlético Villegas. Después de sentir cortada su libertad adolescente, reconstruyó su vida con un objetivo claro: recuperar los años que perdió estando pupilo en un colegio de curas.

Redacción y Fotos: Manuela Gómez

Cada domingo Mario carga en una bolsa de cartón de Pampero: su radio Noblex Carina, un recorte del Diario Actualidad con los partidos de la fecha, una botella pequeña con aguardiente para “calentar la garganta” y se sube a la Saveiro blanca que lo lleva a recorrer las canchas del partido de General Villegas. Lo primero que hace al subir a la camioneta es cargar su teléfono celular que es muy similar al viejo Nokia 1100. Los hijos de Mario intentaron darle más de una vez celulares con pantalla táctil y cámaras, pero él se niega rotundamente. 

Este año comenzó el streaming del Club Atlético Villegas, que le da la oportunidad a las personas que no pueden asistir a la cancha verlo en vivo y en directo. Y Mario comienza a relatar. Cuando la Academia juega en su cancha, Mario llega al estadio Raúl Malbrán cuando el segundo tiempo de la tercera división está empezando. Se ubica en el medio de la platea de cemento, saluda a la gente que se va cruzando en el camino y les pregunta qué expectativas tienen del partido de primera división, acomoda sus cosas en las butacas blancas y azules y se dirige a los vestuarios para buscar los nombres de los jugadores. Lo hace como en los viejos tiempos, lapicera y papel. Sin celulares. Y cuando el streaming comienza, Mario disfruta ver a su querido Atlético jugar.

“Desde chiquito fui hincha de Atlético”, cuenta Mario. Él estuvo pupilo en un colegio de curas y volvía muy de vez en cuando a Villegas. “Mis amigos jugaban en la reserva de Atlético. Un día me dijeron que jugaban en Piedritas y los acompañé”, dice. Él no estaba fichado en el club. Emilio Manuel Álvarez, “el oveja”, estaba suspendido. Mario jugó con su ficha y sus compañeros le gritaban “Emilio” dentro de la cancha para que nadie se diera cuenta del fraude. Mario debutó con la camiseta de Atlético en el año 66 contra Santa Rita de Piedritas. En el año 73, terminó la colimba y cuando volvió al pueblo para trabajar se fichó en la Academia.

“Cuando me toca la colimba eran dos años de servicio militar. Sorteado en el año 70 saco el número 984 que implicaba marina”, cuenta y agrega con firmeza: “Cuando entré en la marina para mí eso era una farra, yo ya había tenido cinco años de servicio militar”. Mario estuvo pupilo en el Colegio Nuestra Señora de Luján de la Congregación de los Hermanos Maristas. Sus papás creían que la mejor educación que podían recibir sus hijos estaba allí y no dudaron en enviarlo a Luján. “Mis padres, con la intención de querer darme la mejor educación tomaron una pésima decisión en cuanto a mi formación y libertad adolescente. Sentí cortada mi libertad durante esos cinco años. Cuando salí del colegio dije que quería recuperar la vida que pasé ahí adentro, quería recuperar los cinco años que perdí. Y así fue”, cuenta con emoción. Se inscribió en la Facultad de Derecho de la UBA y antes de completar el ciclo básico se volvió a Villegas, abandonó la carrera porque extrañaba el pueblo. Cuenta: “Mis padres, que pensaban que yo tenía condiciones, me hicieron hacer un test vocacional. El test en primer lugar arrojó Periodismo y en segundo lugar arte escénico”. Mario volvió a Capital Federal a estudiar Periodismo en la Universidad del Museo Social Argentino. Estuvo dos años y le tocó la colimba. Después del servicio militar, dejó sin terminar el título y su papá le dijo: trabajo o estudio. Entonces decidió volver a Villegas para trabajar con su papá y su hermano en una empresa que fundaron y nombraron “Mario C. Gómez e hijos”.

Las vueltas de la vida hicieron que Mario se encontrara con su pasión: el Periodismo. ” Contento con los que me hicieron el test vocacional. Terminé siendo periodista por accidente”, dice. Todo empezó cuando su amigo Román Alustiza, que trabaja en la Radio Actualidad, lo invitó un domingo para hacer la parte comercial del programa. Otro domingo le pidió que lo ayude con los comentarios del partido y la prueba más grande llegó un domingo que el relator oficial no podía ir a la cancha. Román le pidió a Mario que relate y lo hizo sin problemas. Sobre su primera experiencia relatando, cuenta: “Me acuerdo que fue un partido clave. Atlético contra Sarmiento de Ameghino en la cancha de la Academia. Yo no sabía lo que era el mundo del relato deportivo. Me fui al almacén de la esquina de mi casa, me traje una caja de cartón y me copié en grande los nombres de los jugadores”. Admite que salió tan bien aquel partido que tres domingos después también fue a relatar a Banderaló un partido de Juventud contra Sportivo. Después tuvo una etapa en la que dejó de ir a la cancha porque estaba más enfocado en su familia y su trabajo. Hasta que le llegó la oportunidad de relatar el streaming de Atlético. Sin cobrar, lo hace con placer. “Es algo muy novedoso en la zona y el club fue el primero en incorporarlo. Noto que domingo a domingo vamos evolucionando y mejorando” dice Mario y con emoción admite que los últimos años Atlético ha crecido cualitativa y cuantitativamente, aumentó exponencialmente su número de socios y la gestión de Eduardo César Irasola como presidente del club le ha hecho muy bien no sólo a la institución, también a la ciudad.

Pedófilos disfrazados de negro

“La famosa pedofilia de los curas doy fe que existe. Yo me salvé. Algunos compañeros la vivieron. Hasta donde yo sé se trato de manoseos sin acceso carnal. Creo que a mí lo que me salvó de las garras de los pedófilos disfrazados de negro era que yo jugaba al fútbol en el primer equipo del colegio”, cuenta seriamente Mario.

Cuando Mario estaba en cuarto año del colegio, jugaban un campeonato intercolegial en Luján. Un rival durísimo al que se enfrentaban era el Colegio Industrial, cuyos jugadores eran en su mayoría repitentes desarrollados físicamente y mayores de edad.

“Un día jugábamos de locales en nuestra cancha del colegio que está cruzando el río. Partido durísimo. Promediando el segundo tiempo le meto una plancha a uno de esos grandotes a la altura de la rodilla y la ingle y eso desencadenó una batalla campal”, recuerda. Los ánimos estaban caldeados. El swing izquierdo de ellos era un chico enano, lo ponían y jugaba bien, pero lo cuidaban mucho. “Muy respetado pero muy irrespetuoso”, afirma Mario. El equipo del Colegio Nuestra Señora de Luján tenía en el arco a Giglioto, de Río Negro. “Era conocido como el caballo Giglioto. Un tipo que todas las disputas las arreglaba a piñas”, describe Mario. El enano del Instituto no tuvo mejor idea que cargar al arquero durante la batalla. Acto seguido el de Río Negro lo enfrentó. Mario recuerda entre risas: “Pocas veces vi una piña como la que le pegó Giglioto al enano, que lo despegó medio metro del piso”.

Otra cosa que Mario no puede olvidar de aquella tarde es la imagen de los curas peleando. Se arremangaban la sotana y peleaban mano a mano con los profesores y jugadores del Instituto. Al día siguiente de la batalla campal, el hermano Ruperto (cura principal) sonó el timbre en el patio central y con un micrófono en la mano llamó a la reflexión y a una severa reprimenda a todos: jugadores y directivos por el escándalo ocurrido.

Camiseta aurinegra, corazón albiazul

La etapa más dura de la carrera futbolística de Mario fue cuando jugó en el Club Sportivo Villegas. “Fue horrible jugar con la camiseta de uno de los clásicos rivales de Atlético, y las circunstancias fueron aún peores”, recuerda él con tono nostálgico.

Para aquel campeonato Atlético armó un excelente plantel, con varios jugadores que habían pasado por la primera división del fútbol argentino. Por ese motivo, Mario recuerda: “A mí y a Beto Bas nos habían dado a préstamo por un año porque tenían jugadores que no les podíamos ni lustrar los botines”, ambos jugadores fueron cedidos al pulpo de Villegas e hicieron la pretemporada con Héctor Labarthe como técnico.

La primera fecha del campeonato arrancaba con el clásico Atlético vs Sportivo. El local inauguraba el túnel y tenía preparada una fiesta en su cancha. “Verdaderamente Sportivo era muy inferior”, admite Mario. Una semana antes del duelo despidieron a Labarthe y asumió como DT el señor Garrido. Sin conocer mucho a sus jugadores, armó el equipo para enfrentar al rival el domingo.

“Cuando aparezco por el túnel no lo podía creer. La puteadas y gritos de mis amigos y de mi hermano, diciéndome de todo por salir a la cancha de Atlético con la camiseta de Sportivo fue muy duro”, cuenta todavía sorprendido.

A los pocos minutos Atlético marcó el primer gol de la tarde. Antes de terminar el primer tiempo Sportivo lo empató. “Terminando el partido, que era una sorpresa generalizada, en el arco de la calle Vieytes hay un córner y gol de Sportivo que termina ganando 2 a 1. Fue la sorpresa de la fecha”, narra el ex jugador.

El lunes Mario fue a trabajar a las 8 am como cualquier otro día y en su oficina se presentó Oscar Lago, terrateniente villeguense que era presidente de Sportivo. “Me abraza, me felicita y me dice: “estamos para campeones”. Lo corrijo y le digo, Oscar no te confundas, no le ganamos a nadie más”, recuerda Mario.

Dicho y hecho, Sportivo no ganó ningún partido más. Mario jugó un partido más contra Buchardo y dejó de ir porque tenía una bebé y no podía viajar con tanta frecuencia. Su último partido no lo jugó con la camiseta del club de sus amores. Pero hoy lleva en su corazón los colores azul y blanco de su querido Club Atlético Villegas.


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