Naara Ceballos y el futsal como bandera

Juega en el Club Atenas, donde dio sus primeros pasos en el deporte. Hoy el futsal es parte
central de su vida.
Por Federico Esmael Illa
Naara Ceballos tiene 30 años y encontró en el futsal mucho más que una actividad física:
un espacio de pertenencia, un refugio colectivo, una forma de vida. “Llegué al futsal y a
Atenas por la invitación de una amiga, nunca antes había practicado este deporte ni
pertenecido a un club o equipo”, cuenta con una mezcla de sorpresa y gratitud por lo que
trajo el destino. Ya va por su tercer año en la disciplina y juega de pívot —lo que en fútbol
tradicional sería la número 9—, aunque destaca que siempre rotan posiciones dentro del
equipo.
Es su primera experiencia en un club, pero la pasión por el deporte venía de antes. “Mi
familia es deportista y nos acompañamos mutuamente en el día a día. Me fue difícil poder
amoldarme y darme este tiempo para mí, pero no imposible”, recuerda. El momento justo
también fue clave: “Mis hijos ya eran más grandes y todo fue más llevadero”.
— ¿Qué lugar ocupa el deporte en tu vida?
—Mi vida se basa en el deporte.
Con esa afirmación simple pero contundente, Naara sintetiza una entrega profunda, que va
más allá de los entrenamientos. Participa del torneo organizado por Deportes Río Cuarto,
que arranca cada año con una jornada en el anfiteatro del Parque Sarmiento. Pero más allá
de lo formal, lo que sostiene al futsal femenino y disidente no son las instituciones, sino
quienes lo practican.

“Siento que hay movimiento en el deporte para las infancias, lo cual es importante porque
son el futuro. Pero en cuanto al futsal femenino y disidente, creo que aún está estancado.
Todo es sostenido por nosotres y por la insistencia y persistencia de que se juegue el
torneo, de movilizar e insistir para que continúe estando”, afirma.
— ¿Te encontraste con prejuicios o comentarios por jugar al futsal?
—No. Al contrario, mucha gente que nunca había escuchado del futsal se interesó,
preguntó por reglas, posiciones. Les pareció muy interesante la disciplina.
Ese interés creciente, sin embargo, choca con una realidad todavía desigual. Naara no
esquiva el diagnóstico: “Hay que cambiar la forma en que nos ven. Hace falta más empatía,
solidaridad, involucrarse e interesarse de verdad en que esto crezca”.
Pero no se queda en la crítica: se involucra, convoca, organiza. “Desde nuestro espacio
invitamos a quien quiera sumarse, sea de manera competitiva o recreativa. Es un ambiente
muy amigable y con gente increíble”, dice con orgullo.
— ¿Cuál sería tu sueño si todo fuera posible?
— Que el futsal femenino y disidente tenga su lugar en la liga, que se sostenga
siempre y no con unos pocos. Que realmente apoyen al deporte femenino y disidente.
Naara se imagina ayudando a otras mujeres a sumarse. Pero más que imaginarlo, ya lo
hace: con cada entrenamiento, con cada conversación, con cada insistencia. Porque el
sueño, para ella, no es un deseo lejano: es una tarea que ya está en proceso.